Algo
se mueve en las delegaciones latinoamericanas en la cumbre del clima de
Doha (Catar). Colombia, Costa Rica, Perú, Chile y Guatemala —con la
simpatía de otros como México y Costa Rica— tienen previsto anunciar este
miércoles la creación de un nuevo grupo de negociación. El AILAC (Asociación
Independiente de Latinoamérica y el Caribe) nace para aportar una visión
latinoamericana que no busque el enfrentamiento entre países ricos y pobres, en
palabras de sus impulsores. Además, rompe con el tradicional protagonismo de
Brasil –alienado con China e India— y del grupo del ALBA (Venezuela, Guatemala,
Ecuador, Nicaragua, Cuba y Bolivia), con experiencia en reventar estas cumbres.
Mónica
Araya, negociadora de Costa Rica y que ejerce como portavoz de AILAC, explica
en los pasillos de la cumbre la gestación de este grupo: “Siempre se cuenta que
esta es una batalla norte-sur, ricos contra pobres, pero cada vez eso explica
menos lo que ocurre”. Araya señala que AILAC demuestra que existe una “alianza
de países que quiere obligaciones para todos y que el proceso de negociación se
adapte a un mundo cambiante”.
Durante años, la negociación del clima
ha estado muy polarizada: países desarrollados contra países en desarrollo. Kioto dividió
el mundo en dos, los que tenían obligaciones y los que no. Pero 15 años después,
trazar esa línea es mucho más complejo. Como ejemplo, China está considerado
país en desarrollo aunque es el mayor emisor del planeta y sus emisiones por
habitante ya son iguales que los de la UE.
En
la cumbre del clima de Durban, en 2011, quedó claro ese movimiento. Los
pequeños Estados isla se alinearon con la UE y no con China, que insistía en
que no debía tener obligaciones. Algo parecido hicieron estos países que ahora
forman su nuevo grupo, pero quedaron difuminados por actuar por separado. El G-77+China,
el enorme y heterogéneo grupo que negocia en nombre de los países en
desarrollo, está cada vez más fragmentado.
“Somos
economías de renta media que queremos crecimiento económico pero desacoplando
el PIB de las emisiones, sin repetir el error de los países desarrollados”,
explica Araya. “Queremos pedir responsabilidad a los países desarrollados pero
asumimos que también tenemos responsabilidad”. El pacto solo afecta a las
negociaciones del clima.
Su discurso es muy distinto al de
Venezuela y Bolivia, centrados en acusar a EE UU de no hacer nada —no
ratificaron Kioto y no tienen obligaciones internacionales—. En 2009, en
Copenhague este grupo vetó que la Convención de Naciones Unidas contra el
Cambio Climático adoptara como suyo el acuerdo que habían fraguado los
principales países a puerta cerrada. En 2010 en Cancún, Bolivia intentó de
nuevo vetar el pacto, pero la presidencia mexicana lo evitó pese a que en el
endiablado procedimiento de la ONU las cosas se aprueban por asentimiento,
cuando no hay nadie en contra.
Brasil
sí que manda potentes delegaciones a estas cumbres, pero se alinea con China,
India y Sudáfrica dentro del grupo de los grandes países emergentes.
Ayara
señala que las negociaciones se han movido hasta ahora “en un discurso tóxico,
de desconfianza, que no lleva al objetivo de limitar el calentamiento a dos
grados centígrados”.
Las
delegaciones de estos países tienen en común que están formadas principalmente
por mujeres y ya hablan en las reuniones como grupo. Además, flota la
influencia de la secretaria de la Convención de Naciones Unidas contra el
Cambio Climático, la costarricense Christiana Figueres.
La
negociadora de México Socorro Flores destaca el apoyo del país a este nuevo
intento de dar una voz latinoamericana: "Las cosas están atascadas porque
las discusiones son circulares. Buscamos ayudar a construir puentes”.
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/12/05/actualidad/1354699047_259945.html
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